Relatos hondos, dramticos, inspirados en tragedias cotidianas y en ocasiones desgarradoras. Pero pon fe, mucha fe. —Pónlo en la banca. Si entre sus paisanos estaría el que habría de hacérselos cambiar. Entonces pensaréis como todos, seréis como todos, en un país donde, precisamente, hay que pensar distinto de los demás y gritar las propias ideas para que los sordos del espíritu las escuchen por más rudas o extrañas que sean. —No sé, taita. Y en esta confesión, que no puede ser más espontánea, ¿no ve usted un bello motivo para que yo recupere toda mi caballerosidad perdida en un rato de entusiasmo de psicólogo diletante? Páucar, vino de la selva, Runtus del mar; Maray, de las punas. ¿Qué un Fulano ha amasado su fortuna con el sudor y la sangre de millares de indios? Y eran éstas las que iban a transportar hasta allá esas lomas inútiles, ociosas, desde la formación del planeta, que alguna vez había que emplear en servicio del hombre. Porque aquella maquinita, en buena cuenta, iba a competir con ellos ventajosamente y a abaratarles y mermarles el jornal. ¡La liberación! Aquello era una procesión de mudos bajo un nimbo de recogimiento. Aquello parecía más bien el efecto de un trastorno moral repentino, colocado fuera de todas las reglas de la lógica, de todos los principios de la normalidad. Además, el mismo chico, por no sé qué razones, había contribuido a este silencio, a esta extinción del apellido paternal. PACHAMANCA: carne macerada con especies y cocida al calor de piedras refractarias, con guarnición de hortalizas autóctonas, PIQUI-PILLCO: los “huanuqueños sin medias” o huanuqueño piquiento. La Avelina no es acarreadora de caña, taita. Trabajar no era malo, tal vez si mejor que pasarse una noche aquí y una noche allá, con la vihuela bajo el brazo, o el caballo entre las piernas, de guarda espaldas del patrón Eleodoro, concitándose la envidia de los mismos compañeros de aventuras y oyendo las amargas recriminaciones de las mujeres burladas. ¿Te has fijado bien? Le había sido necesario mirarlas a través del tiempo y la distancia para reparar en ellas y entenderlas un poco. —interrogó Rabines. Es lo corriente, y más corriente todavía procesar por estas cosas. La botella giró desfondada. Y ahora la tempestad salía estorbándole en el camino, obligándole a detenerse en el sitio más peligroso, un sitio conocido ya por los vigilantes de la Recaudadora, y en el que a veces se aventuraban a penetrar en busca de contrabandos posibles. Él es el que aconseja todas las picardías y daños que nos hacen los chupanes. La pena enñaquece. —¡Verdad! Desde entonces Runtus, Páucar y Maray están donde los sorprendió la cólera de Pachacamac, esperando que ésta se aplaque, para que el Huallaga y el Higueras tornen a sus montañas de nieve y la hija de Pillco-Rumi vuelva a ser la Flor de Oro del gran valle primaveral de los pillcos... La soberbia del piojo —¡Un momento señora! Y abriendo los brazos, añadió: —Cunce, ¿no habrá para tu hermano Facundo un abrazo? Oficios con las frases consabidas de “Sírvase usted”... “Haga usted”..., desfile de gentes humildes, analfabetas, cerriles, mugrientas y piojosas, a muchas de las cuales, por no hablar sino el quechua, tenía que ha-cenas interrogar por el amanuense, un serrano socarrón, saturado de la atmósfera viciada del cargo, envejecido milagrosamente en él y cuya manera de comportarse me iba descubriendo que por sus manos habían pasado muchas cosas y que sus ojos veían más allá de esas manos. 32 1 1MB Read more. Dejé quieto el sable, miré al rincón y vi... ¿A quién cree que vi? Por eso aquella noche, apenas Cunce Maille penetró en su casa, un espía corrió a comunicar la noticia al jefe de los yayas. Un puente, por lo mismo que es un desprecio al obstáculo, una burla del hombre a la naturaleza, después de pasado, despierta siempre sensaciones de curiosidad, de alegría, de triunfo. Había combatido la última vez con esta interrogación colgada de los labios, receloso, inquieto, disparando rabiosamente el riñe, esperanzado en el triunfo, más que por sus resultados, por el deseo de volver al lado de ella, aunque fuera por unos días, y poderle desvanecer así la inquietud que comenzaba a torturarle. YANQUE (O LLANQUI): sandalias de trozos de cuero sin curtir, extraído de la cabeza de las reses. Era también la procedencia nativa de aquella misteriosa mujer. Aureliano, atento a la maniobra del animal y comprendiendo que el momento de obrar había llegado, silbó y segundos después el perro rodaba, despatarrado de un tiro. Sonó un disparo y la carabina voló por el aire y el indio Crispín dio un rugido y un salto tigresco, sacudiendo furiosamente la diestra. —Eso sería si yo me durmiera —gritó desde afuera una voz, al mismo tiempo que la puerta se abría, descerrajada de un empellón. Me interesa no perder de vista el auto que vamos a seguir. —No, hombre. ICHU: pajonal de las alturas. Para eso te he encargado que me vigiles todo, ¿has oído?, todo, especialmente a ese condenado de Aureliano, a quien voy notando, de poco tiempo a esta parte, un poco mula para el trabajo. Soy un ser vivo igual que tú, tengo la misma importancia y a lo mejor soy más importante que tú-. Estaba persiguiendo a Ishaco, que no se dejaba coger y quería escaparse por la huerta. Siempre estoy en búsqueda de nuevos . Tómate esa balita que te he mandado, para que no vuelvas a robar mujeres y meterte con los Calixtos. Y ambos bebieron un buen trago, paladeándole con una fruición más fingida que real. El era un Maille, y un Maille estaba obligado a soportar todo, impasiblemente, mientras careciera de fuerza para luchar y vengarse. —Me parece que sí, aunque no estoy seguro. Si es como dices, la comunidad te va quedar debiendo un servicio muy grande. Enfurruñado, solté y volví a interrogar al escribano. Ambos animales estaban listos en la partida, para dar inicio a la prueba. ¿Qué va a ser sino una cabeza de verdad, de hombre? ¿Que no tiene hermanos, tíos, abuelos...? Una buena suma; algo que seguramente Leoncio no iba a poder pagar inmediatamente. Learn how we and our ad partner Google, collect and use data. Y el aludido contestó: —Verdad, Maille. ¡Ah, ya lo creo! —Es el mejor potro que tengo en mi fundo. En tres meses no se puede leer en la cara de un hombre como tú. ¿Qué te voy a decir si yo misma no sé lo que tengo? Verdad que él no iba a intervenir directamente. Una prevaricación. ¿Dónde está Marcos Huacachino? Lo había observado muy bien. En Lima casi nadie se dedica ya al revólver. Si hubiera un gobierno que prescribiera el uso de la coca en las oficinas públicas, no habría allí despotismos de lacayo, ni tratamientos de sabandija. III El chico comenzó a medrar prodigiosamente. Por algo tengo aquí más de diez bandidos a mi custodia. No te costará mucho. A todo esto, el conejo se había ido hacia una laguna, pero el zorro siguiéndole el rastro, lo encontró y le increpa: -Ahora si te comeré-, a lo que el conejo asustado exclamó: -¡No, no; espérate un rato-; y como era de noche, agrega: -Saca el queso de la laguna-; el zorro se mete al agua y no lo puede sacar porque era la luna reflejada en ella. JACHA-CALDO: caldo de agua y hierbas. Yo prefiero quedarme. Y vamos a los hijos. ¿Se habría quedado usted ahí no más? PILLCO-RUMI: piedra roja. Una insignificancia para otros, pero de la que él había sabido sacar todo el partido posible en una comarca en que cualquier otra industria fracasaría por falta de garantías, medios de transporte y mil razones más. Y con sarcasmo diabólico, el indio Crispín, después de sacudir el saco, añadió burlonamente: —No te dejo el saco porque puede servirme para ti si te atreves a cruzarte en mi camino. II Y las resoluciones de este hombre eran como sus cóleras: repentinas, rápidas, inexorables. —Entonces, ¿a qué has venido acá? La primera fue para la Avelina, más que una sorpresa, un suceso presentido y aguardado con fe, porque ella sabía de todo lo que era capaz su indio. La sabiduría hermosea el rostro y sabe triunfar de la juventud en el amor”, y Maray: “La fuerza impone y seduce a los débiles, y la mujer es débil y ama al fuerte”, y Páucar: “La juventud lo puede todo, puede lo que no alcanza la sabiduría y la fuerza”. Pero yo no me largué. El que sea hombre que me tome”. Eres una mulita de la que no da ganas de apearse cuando se está encima. No abuses de mi paciencia, porque puedo reducirte a polvo. ¿Ves? Suspiraba mucho y, a lo mejor, se quedaba ensimismada y sin prestarle atención a lo que decía. En eso estaba, cuando el zorro lo pisó y éste se puso a reclamar. Es un detalle que no podía escapársele a un pesquisador, digo, a un amateur del detectivismo como es usted. ¡La pena! He puesto a Nicéforo sobre su rastro para que me vaya diciendo dónde se mueve el indio, dónde costumbra dormir y dónde ha escondido a mi hermana. Hasta entonces una que otra visita de cumplido, de tanteo; dos o tres candidatos a diputado o senador; dos curas, más o menos bien cebados y contentos; un preceptor, que posiblemente, se sentía en su puesto poco seguro y que tal vez se imaginaba que yo era el llamado a asegurarle en él; algunos dueños de tierras y pongos, y hasta media docena de personeros de comunidades, de esos que siempre están creyendo que toda autoridad que se les envía es para oírles sus quejas exclusivamente. Un fiasco para el virtuosismo, una jugarreta a la teoría, un golpe al ideal. ARIHUAY: canción con que se acompaña a los músicos en las danzas. Pero Aureliano supo componérselas para caer bien. —Hombre, les serviría siquiera para darte un consejo cuando alguno te despojara de lo tuyo. 5 0 obj Y mi mujer intentó ponerle fin al diálogo con un marcado gesto de disgusto. Parecía que la puerta se había quedado riendo de mí y que el chillido que dio al cerrarse me dijera: “Bueno, hasta aquí no más, amiguito fisgón. Enfurruñado como un gato rabioso cogido por la cola, se limitaba a morderle las manos al negro para que lo soltase, repitiendo de rato en rato esta frase, a manera de vindicación: —¡Ese perro mató mi padre! ¿Y qué más da que sea a cuchillo que con una terciana? ¿De dónde voy sacar tanta plata? La inquietud se le había tornado en duda y la duda en celos. —Si así son todos los indios de por acá, supongo que todos tendrán a su servicio hombres de esta clase, pues tú no has de ser la excepción, y teniéndoles, nadie ha de vivir seguro de su vida. ¿Sería ésta la causa de que en los últimos días se pasara llorando, sin ganas de comer, encogida sobre la cama y conteniéndose apenas, a la hora en que la vieja le servía, para no tirarle los platos a la cabeza? Y Crispín, según su cuenta, iba a ser el número sesentainueve. Huaylas sabe mucho. Si siquiera hubiera cine una vez a la semana... Pero ni esto. —Habrán salido por atrás —murmuró la mujer de Crisóstomo, mientras éste, acabando de deglutir un suculento bocado, añadía: —Por aquí no sale nunca con la mujer. Y como la ley ha declarado sumariamente que don Jesús es hijo del viejo Quiñónez y el otro no, a pesar de lo que le consta a todo el mundo, mientras en el juicio contradictorio que siguen ambos no se acredite lo contrario, el Jesús tendrá que echarse sobre todo, corno ya se ha echado sobre los fundos. Ya fuera porque lo hubiese obtenido a costa de muchas jaladas y aplazamientos, o porque no supiera yo explotarlo, lo cierto era que ningún rendimiento apreciable sacaba de él. El maestro le contestó displicente: —Eso no vele nada. —No es güincher, taita; manglir es. La originalidad desapareció desde el Paraíso. Efectivamente, el hombre que yacía tendido boj a abajo era Jesús Quiñónez. II —Pasa. —El humo de la yareta, Carmelo. MOSTRENCO: indio paupérrimo, descamisado; estado al que pasa un indio tras serle aplicado el destierro perpetuo, donde le son expropiados sus bienes. Una vez hechas las anotaciones respectivas, pues desde aquel momento empezaba la investigación judicial, hice extraer al occiso, no sin visible esfuerzo para desprenderle las agarrotadas manos, y colocarle a la sombra de un pacae, donde se le examinó minuciosamente. Para eso Dios le había dado con qué pleitar. —Y al fin te recibistes... —Al fin... —Yo, como tú sabrías, no quise apechugar con el cuarto año. —No. ¿Estás en tu juicio? De pronto los yayas dejaron de chacchar, arrojaron de un escupitajo la papilla verdusca de la masticación, limpiáronse en un pase de manos las bocas espumosas y el viejo Marcos Huacachino, que presidía el consejo, exclamó: —Ya hemos chacchado bastante. —respondieron las cincuenta voces. —Al tiempo le pido tiempo y el tiempo no me lo da, corno dice el cantar —añadió uno por ahí. —Oiga usted, doctor Vega León, entre nosotras hay señoras que, llevadas de sus impulsos caritativos y que por iniciativa propia o ajena, acostumbran aventurarse solas por barrios un poco apartados, como ése en que estuvo usted ayer, sin otro fin que el de consolar a los enfermos y prestarles a los pobres algún auxilio. —Ni yo —añadió Maille—, así me hicieran sargento y me pagaran diez veces más. -¡No compadre!, son animales muy chicos, contesta el puma. Que la mujer esa entró, que usted llevó su maligna curiosidad —suponiendo cierto lo que acaba de contar— hasta hacer un papel poco decoroso y que, al fin, cansado de espiar, terminó por retirarse y dejar libre de su persecución a aquella infeliz. Y luego, ¿por qué salió de repente yéndose? Apagado el ruido, Huaylas, dejando su sitial, avanzo con natural majestad, hasta casi tocar a Culqui, y, abriéndose de brazos, exclamó: —Aquí, tienes, Ponciano, mi pecho para que recuestes tu cabeza en él y escuches como redobla por la alegría que siento al abrazarte, Los dos pares de brazos se enroscaron como cuatro serpientes que se midieran y alistaran a devorarse. DE YAPA Las caridades de la señora de Tordoya I Me detuve movido por una repentina curiosidad. Para ser más exactos, más veraces, podríamos decir que su posición se la debía también a dos circunstancias: a la suerte de haber nacido en Pampamarca, y a la de haber tenido otro maestro: Ceferino Huaylas, Guillermo Tell de aquellas serranías, que, con sus enseñanzas y su ejemplo, logró hacer de Juan Jorge en poco tiempo el más grande fenómeno del tiro, para gloria y fama de sus paisanos. Como casi todos los rebeldes tomaran hacia la montaña, con el fin de internarse en ella y librarse así de caer en manos de las autoridades, puestas en acción telegráficamente, él, Rabines, llevado de un presentimiento, tomó por el lado contrario, hacia la costa, pues algo le decía que por esa ruta la persecución y vigilancia, no habrían de ser tan rigurosas, por lo mismo que la atención de todos, amigos y enemigos, estaría fija en esos trágicos momentos en la serranía y la montaña cutervinas. 0ua/na$ ishtana)...1. El indio, que había escuchado la fraseología del cura sin pestañear, pero atendiendo más a la cuenta que acababa de sacarle que al reproche, contestó: —Ciento cincuenta soles no, taita; ya los habríamos pagado. Si voy atrasito de los que acarrean la caña, para que así arreen más pronto, los trapicheros descuidan la molienda y se sientan a hacer chacchita. Es claro que no está hecho para avisar ni amonestar a nadie —recalcó el ingeniero—. Ved en él sólo lo que debéis ver: un esfuerzo de serenidad en medio del sufrimiento. De aquí pasaba a hacer otras, como por ejemplo, cuántos de esos autos estarían todavía a medio pagar por sus envanecidos dueños. Lo principal era descubrir lo que me había propuesto. El espectáculo, trágico de suyo, a pesar de la frescura primaveral y de la esplendidez meridiana del sol, tenía todas las características de un acontecimiento fatal. Por eso todos sus recursos resultaban como una catapulta. —¡Verdad! —Es desir, peligroso como pa’temer que lo atajen a uno y lo limpien, no tanto. ¿Era así como le guardaba la fidelidad que tanto le había prometido, espontáneamente, al separarse y estimaba el sacrificio de su rebeldía? —No, yayas me encargan decirte que si quieres te abrazarán y beberán contigo un trago de chacta en el mismo jarro y te dejarán salir con la condición de que no vuelvas más. El ratoncito responde: -Porqué no vas tú, así podrás comer tranquilo y llenar tu barriga, yo te indico donde está la olla-. Vivo al pie, taita”. Este libro, publicado originalmente en 1947, es el germen de algo con lo que Arguedas soñó como etnólogo, escritor y artista hasta sus úl-timos días: una recopilación de literatura oral amplia, intensiva, nunca completa por abundante, y plena de la expresión del espíritu de los pue-blos que componen esa «nación en formación» -como diría Mariáte-. Solo un pequeño grupo de hombres se había retraído a última hora de intervenir en estos preparativos. Y esa puerta era la misma que una hora antes me había arrojado a la cara su hermetismo, como desafiándome a que le arrancara su secreto. ¿De qué te sirvió don Leoncio? Son dos en cada concejo, y deben ser mozos fuertes para imponer sus mandatos con las manos si es preciso. Como no siempre puede salir a ejercitarse en los animales del campo, se ejercita aquí, para que no se le oxide la puntería y estar lista, por si acaso... quieren invadirnos. —Eso es lo que yo tampoco quisiera, por eso debemos apurarnos. Y medio que me está soliviantando a algunos de los matoncitos que tenemos en la peonada. No lo tenía hecho, ni siquiera planeado, sino pensado simplemente, mejor dicho, vivido y embarullado en mi memoria. Y más triste habría sido para mí saber que aquella dama tuviese la dicha de ser madre y que todos los jueves, al volver de la calle de “visitar a sus pobres”, sus hijos fueran besados quizá con la misma efusión que los labios del amante que acababa de besar. Soldados, soldados y más soldados... El comando de allá abajo no creía suficiente los que había echado tras del infortunado guerrillero. Perdónele, señora, en gracia del ideal que persiguió. Te habrán ensenado en el cuartel, a toques de corneta, como se sube y se baja del caballo, lo que no tiene gracia; pero no lo que desean y pueden los santos de nuestra Madre Iglesia. Aunque mujer, no estaba bien que hiciera lo que las vizcachas cuando ven gente. Dos juicios que, como foráneo acabado de llegar, no había podido hacerme hasta entonces. ¿Que usted quiere un pedazo de tierra? ¡Lárgate a tu perrera a dormir! ¡Ushanan-jampi! Por eso el indio cree y espera. La ocasión hace al ladrón, dicen los mistis, y me parece verdad. Ya sé que eres parroquiana de aquella casa. La violencia, que en la anterior serie de cuentos provenía de la comunidad indígena, esta vez la desarrolla como algo que surge en el ambiente andino, llevada a cabo tanto por los indígenas, como por los mistis (hombres blancos). Los he hecho bajar para decirles que un gran peligro amenaza a todos estos pueblos, pues hace quince días que han llegado a Huánuco como doscientos soldados chilenos. Una sinfonía de ladridos desaforados, un rosario de ríspidos cantos gallunos, un gorjeo de pájaros que parecían saludar nuestra llegada y la silueta de una hermosa mujer apoyada en el barandal de una casona de piedra y tejado rojizo, nos sacaron de nuestra evocadora charla. Después de esta hora nadie se aventuraba a pasar delante de la funesta casa. Si por deudas se manda aquí a la gente, ¿a dónde habría que mandar a don Miguel por lo que me debe? ¿Cuántos años tiene la deuda? El miedo es, pues, el que nos hace vivir a todos en paz dentro de este aparente estado de guerra. Claro es que si aquí no se emplean los mismos métodos no es por falta de ganas, sino porque no lo consentimos, porque más tarda uno en embestirnos con el papel sellado que nosotros en meterles una bala. Muy pronto has tenido la suerte de estrecharme, cuando quizás pensabas que esto no sucedería nunca. Y así, repudiado por todos, su vida se asemejó al arrastramiento de un féretro ambulante, a cuyo paso el asco y el temor ponían en las bocas rictus de hostilidad o crispaturas de protesta. ¿Y qué me iba yo a hacer entonces? Todas estas reflexiones se le atropellaron en la mente al irresoluto mayordomo. Y es que aquel mozo no era indio puro ni por el color ni por la sangre. La puerta se abrió y dos brazos se enroscaron al cuello del proscrito, al mismo tiempo que una voz decía: —Entra, guagua-yau, entra. A mí también me ha hecho bastante daño. —Si nadie nos ha querido decir, señor, en Chaulán, quiénes son sus parientes, ni recibirlo tampoco. En él todo era elegancia, exquisitez, refinamiento. <>stream ¡Baja! No actriz, porque nada en ella trascendía a prestado o falso. Yo no estoy descompuesto, te lo juro, ni soy rogro. %&'()*456789:CDEFGHIJSTUVWXYZcdefghijstuvwxyz��������������������������������������������������������������������������� Así, la de pampa, por ejemplo, era otra; el plano movedizo de las dunas costeñas lo había reemplazado por el frío y hierático de las punas; el cálido desierto de los llanos por la frígida desolación de las alturas. —¡Hum! Y todo esto sin soltar su querida bandera, paseándola triunfal por entre la lluvia del plomo enemigo, asombrando a éste y exaltando a la ciudad, que veía en ese hombre y en esa bandera la resurrección de sus esperanzas. The most common cause is that your DNS settings are incorrect. Y el maestro Ruiz, escandalizado de tal respuesta, no volvió a hablarle más del asunto y se alejó pensando en que tal vez eso sería lo mejor que podría ocurrirle a tan extraño asesino. Yo conozco toda esta montaña como mis manos, y cuando yo quería ir de una parte a otra no tenía más que tomar la altura, ver de dónde me soplaba el viento, aguaitar las nubes para descubrirles las intenciones a esas malditas y que no fueran a destaparse cuando yo estuviese en el fondo de la quebrada, y buscarte la cara al sol, que no siempre se deja ver aquí, para enfilar el rumbo. —¡Qué ha de serlo, hombre! Si ustedes me prometen formalizarse, aquí estoy, valiente pueblo chupán, a tu disposición.” Los confabulados yayas escucharon, sin pestañear, todo este discurso. <> Goza de la Avelina si puedes, pero ruégale a tus jircas que no salga con bulto, porque si sale, ¡tatau!, quo le hace comer el hijo don Miguel. —Yo venteo de lejos, taita, desde mi escondrijo. ¿Acaso les tendrán ustedes miedo? Rabines fue también de los concurrentes. —Porque huele desde “lejos el rastro de los perseguidores y el gobernador es el primero que le da el soplo. —Creía que ya había terminado usted. Pero había que cumplir los preceptos del ayllo. ¿Y las sesenta vacas lecheras que tienes pastando en Colquillas, por una de las cuales me pediste cien soles? —¿Estás seguro? —¡Viva Chupán! Así me engañó una vez José Illatopa y casi me vacía el vientre. Una risa que tuvo la virtud de interrumpirme en mí inspección y hacerme retirar. Era lo que me faltaba. Si rebajarás siquiera el piquito. Las tareas que te doy no son para destroncar a nadie. A mí nadie me la friega. ¡Con razón penaban tanto en esta casa!...”. ¿Sí? ¿Y para qué...? Astuto como su padre y aleccionado por sus constantes ejemplos, Calixto sabía muy bien que para que una empresa como la que iba a acometer tuviera éxito feliz, lo inesperado era lo mejor. ¿Por qué cuando éste se la llevó no corrió Aureliano, junto con sus amigos, a rescatarla a balazos? Para eso era del patrón. Una chaccha es un goce; una catipa, una oración. Un puñado de coca es más que todo eso. ¡No me mates, taita!” ¿Luego era cierto lo del sueño? ¿Que, no hay entre nosotros quien haga lo mismo y mejor? Tuvo al menos el talento de conquistar a un gringo. III El auditorio dejó de chacchar y estalló en una estrepitosa carcajada. Haz para que te hagan, no hagas para que no te hagan. Seguramente el sable no te ha dejado tiempo para buscarte en la capital de nuestra provincia padrinos para cuando necesitemos apoyo; ni compadres en Pillco-Rondos para el hospicio, ni recomendaciones para el vicario y los comerciantes ricos, cuando se necesiten para algún asunto importante. Parece inverosímil… ¿Qué es lo que había pasado en la vida de este hombre? Entonces me contestó, medio molesto: “¡Bruto! —No podría precisarlo; casi estoy seguro de que no. ¿Qué le has preguntado?.. Persuadido por estos pensamientos, pero, a la vez, atado por la cadena de sus tradiciones seculares, se resolvió a tentar primero por el camino de la componenda amigable, a llevar a Quelopana ante un consejo de vecinos, que en estos casos era obligación de quien quería el arreglo, convocar y oír. Bueno, puede usted ir y ojalá, repito, que no sea para quedarse. Y vuelta el insecto del diantre: “¡Melchor!, si no despiertas te matarán primero y te robarán después”. Era allí donde la orden de un patrón arrojaba, quién sabe por qué tiempo, a un infeliz. Petroperú abrió su convocatoria a la XXII Bienal de Cuento y VIII Bienal de Ensayo "Premio Copé 2022", en la que podrán participar los peruanos residentes en el Perú y en el extranjero en una nueva jornada que busca reconocer lo mejor de la creación literaria en nuestro país. En mi tierra, que es Chiclayo, pues yo soy de la tierra del liberalismo, como decía don Juan de Dios, cuando nos peroraba, el cura que quiere comer y vivir bien tiene que desgañitarse cantando y rezando misas. —De geniecito el mozo, digo, el hombre de la robe de chambre. —¡A la quebrada con él! Véanla bien. El indio Nicéforo se santiguó, y después de revisar su arma, empezó a deslizarse en la dirección indicada por Calixto. La única nota disonante en aquella estancia señoril era el piso, desenladrillado, removido y lleno de visibles excavaciones, que hacían suponer fundadamente que alguien había pasado allí quién sabe qué horas de angustia y codicia, en busca de algún tradicional tapado. E1 corte y encintado del chaqué, la forma tubular del pantalón, el cuadriculado dibujo de la tela y algunos pormenores más estaban indicando que aquel vestido había vuelto a la luz del mundo con el retraso de tres o cuatro modas masculinas. Y luego, que nunca está demás saber poner la bala donde uno quiera. Le he visto mover los ojos a patrón San Al:: r_Ío cuando le estabas pidiendo. ¿Que, te has creído tu que es cosa fácil ser alcalde de Chupán? Pero se va pasando el tiempo y hasta hoy no vemos nada. Así pasaron tres días. Además, yo soy poco amigo de que nadie me imponga su voluntad. —¡Muera! —Por la izquierda. —¿Has pensado bien lo que has dicho? —¡Arrastradlo! Pero la turba, que lo seguía de cerca, penetró tras él en el momento en que el infeliz caía en los brazos de su madre. Marcos Valencia, temeroso de que el objeto de la reunión se frustrara con este cambio de intencionadas frases, intervino. Y sin esperar respuesta, añadió, sacando un paquete del huallqui—: Aquí te traigo lo que me toca por los derechos de la fiesta: cincuenta soles, taita. Y levantando la cabeza y sondeando con la mirada al futuro pishtaco, añadió: —Veo que ya estás preparado para ser defensor de nuestro pueblo. ¿Y cómo lo sabía usted? En Chupán ser alcalde es ser jefe de jefes, taita de taitas, esto es, señor de señores. Comenzaron a cantarse sus aventuras en las aldeas, en las estancias, en los pueblos, en todas partes, pintándosele en ellas no sólo como un puma valiente, comedor de corazones, sino como el bandolero más rumboso y bravo de todos los tiempos. Y Maille dedujo de todo esto que los hombres tienen delante de si algo que esperar. Te digo que es una bicoca. —Comenzaré por la de la izquierda. —gritaba Maille a cada indio que tumbaba—. —¡Tienes razón, huampa de mi alma! ¿Qué vida estaría haciéndola pasar? —¿Te quieres callar, Toribia? ¡Pobres los niños serios! Se diría que todos aquellos cuadros de horror y de sangre, obra de su voluntad y de su bárbara inventiva, que, seguramente, había tenido que ver desfilar durante su corta, pero ruda y atormentada vida de bandolero, no habían impreso la menor huella en sus ojos. Se trataba de hacerle justicia a un agraviado de la comunidad, a quien uno de los miembros, Cunce Maille, ladrón incorregible, le había robado días antes una vaca. —¿Y quién te ha enseñado todo eso? —Junto a la boca, taita Leoncio. ¿Por qué ninguno de éstos había caído por mi despacho, ya que no a pedirme algo, a diferenciarme siquiera con su visita de los otros subprefectos de ciento en carga, a que tan acostumbrados estaban, ya que seguramente era la primera vez que un doctor en leyes honraba la subprefectura bancayina? ¿Pues de dónde había de sacarla sino del huallqui…? ¿Cuánto podrá costar la vaca de Ponciano? —¡Un trompiezo! Como si de esto hubiera por acá para dar y vender. Esperemos quietos. ¿Qué le trae por aquí? ¿No estarás entendiéndote con los otros a nuestras espaldas? —¿Y cómo andas de puntería? Hay que ser cauto hasta en la iglesia. Eso no está bien, Niceto; no has concluido tu jarro. Pero al poner el pie en el primer escalón, Facundo, que no había perdido la serenidad, con un brusco movimiento de riñones hizo perder a Maille el equilibrio, y ambos rodaron por el suelo, escupiéndose injurias y amenazas. ¡Déjame dormir!” Y el insecto impertérrito: ¡Melchor, despierta! No lo hubiera creído nunca. CÁPAC-ETERNO: Padre Eterno. —¡Aquí estoy, hijo del diablo! ¿Qué no sabes que también voy por mi hermana? —¡Diez soles no más! Un revólver parece que dispara mejor cuando siente en la cacha la mano de una mujer. Ahora un traguito y este puñadito de coca para que te diga lo que le preguntes y no olvides el encargo que voy a hacerte. No sólo las virtudes salvan a los pueblos sino también los vicios. Afrontando el peligro primero y burlando después la persecución para reaparecer más tarde en algún punto de su provincia, recogiendo y levantando la bandera que dejó su querido jefe. Con sus veintitrés años bien llevados, sus nuevos hábitos de orden y disciplina, su voluntad para el trabajo y la gramática parda aprendida en el cuartel, tendría lo suficiente para conquistar un porvenir. ): concejal saliente. Me repetí que no, que era preferible seguir en la ignorancia de todo eso. ¿Y si la presencia de mi auto fuera, precisamente, la causa que impidiera la salida de aquella mujer? —No me quejo del todo. ¡Te lo juro! Y la shipina era el cañón del arma, que, amenazadora y mortífera, apuntaba en todo sentido. No, yo no soy desleal ni traidor. Parece que la peste ha podido más que tú, Nastasio. El quechua, quichua o runa simi es una familia de idiomas originarios de los Andes peruanos que se extiende por la zona occidental de América del Sur a través de siete países. Uno de los que parecía el jefe comenzó a dar órdenes imperativamente. fue una noche de un día cualquiera. Le da las últimas instrucciones diciéndole: -Tú, te agarras a la cola y yo a la cabeza-. El zorro burlón y sonriendo arguye: - ¿Cómo vas a ganar tú?, eso nunca lo lograrás. Las plantas hablan. Y lo de atrás eran las doce tinajuelas de chacta, por las que se debía preguntar forzosamente para evitar que volviera a repetirse lo que en cierta vez aconteciera: que la mitad de ellas desapareció mientras el alborozado gentío aplaudía la aparición de las doce tinajas de chicha. —Quizás ninguno de ustedes se acuerde ya de mí. Se reconvino a sí mismo, se dirigió frases despectivas por sus asomos de flaqueza, comparó su presente y su pasado, hiló de ellos un balance y el saldo favoreció su varonía. Otro desvío de lo que un buen burgués llamaría el riel de la normalidad. ¿Y si juera a su mujer? —Lo que quiere decir que comenzaba a meterse en el terreno peligroso de la infidelidad. Pero una imprudencia lo descubrió. El puma le dice al zorro: -Compadre, le voy a enseñar a cazar-. ¡Verdad! ¿Qué hará uno que no le hagan los otros? Porque hasta hoy he sido un cobarde. ¿Para qué te sirven entonces tus piernas, y tus brazos, y tu rifle, y tu puntería...? Y los dos, con los rifles en banderola, mantenidos hasta ese momento ocultos bajo el poncho, comenzaron a trepar felinamente. Un bracero más en la montaña es una comodidad menos; unos brazos que suman o multiplican para el patrón, pero que restan para la boca de los otros. Y es lo que me decía el piojo de mi historia la segunda vez que volví a soñar esa noche: “Ustedes son muy cobardes y muy ingratos también. —No, no, yo no protejo nada, ni se nada; quiero decir no lo sabía hasta ahora. —Cuando se está de soldado, taita Melecio, pero no de mayordomo. Terminado el acto de la entrega, y recogido por el flamante regidor, en un pañuelo nuevo, el maíz que representaba el censo efectivo de la comunidad, el nuevo alcalde, exclamó por última vez: —Vamos a ver si durante este año aumenta el ganado que acabas de entregarme. Ha comenzado a arrearse el ganado de nuestra comunidad. Vivir así ha de ser un infierno. Aquello se convirtió en una ronda interminable, solo interrumpida a cortos intervalos por las lentas y silenciosas masticaciones de la catipa. Los días 30 y 31 de diciembre todos se habían sometido al precepto del ayuno, pero no a ese ayuno quieto, reconcentrado, claustral del misti. EL ZORRO Y EL GRILLO Dicen que una vez el zorro se paseaba muy tranquilo por las orillas de las chacras, dándoselas de muy importante. —¿Comprometerse por tan poca cosa? ¿A ti qué te parece, Maille? —Es que el Juan María no quiso —cosa que al principio se le propuso— compartir la herencia con Jesús. ¿No cree usted inverosímil que un hombre, a quien hay que suponer profundamente herido y enconado contra su primera mujer, se descuidara hasta el extremo de no tomar disposición alguna en resguardo de sus bienes, por ejemplo, la de testar? CUCHIGUATO: “cerdo atado”, peyorativamente hombre casado. Sobre la melancolía del crepúsculo cayó de pronto la noche, con esa prontitud con que cae en los pueblos andinos, dispersando al bullicioso gentío en pequeñas bandas, que iba a refugiarse bajo los aleros de las casuchas y en torno a las vacilantes hogueras de los corrales. Apura un poco más el paso. Se resolvió, pues, a abordarle. —Aquí fumamos todos, es decir, en mi familia —exclamó Montes sentenciosamente—. Además de su perfecta rectangularidad, la ornamentación original y caprichosa de aquella sala extensa hacía curioso contraste con la pobreza estética de la fachada, enteramente desprovista ele relieves y surcos decorativos. Necesito que me ayudes-, contesta el animal. ¿Cómo te has descuidado con el zorro? —Sí, taita. Y doblemente contrariado por la falta del uno y la demora del otro, demora que ya comenzaba a escamarme, añadí: —Vaya usted, Yábar, a ver qué hace ese hombre.
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